Funcionalidad en el adulto mayor
En enfermería geriátrica, los cuidados que se aplican están orientados a mantener la funcionalidad de la persona mayor. La capacidad funcional de quienes viven esta etapa se define como el conjunto de habilidades físicas, mentales y sociales que permiten a un sujeto la realización de actividades que exige su medio y/o entorno.
Desde ese punto de vista, los enfermeros (as) consideran todas las acciones necesarias en conjunto con la persona mayor y su familia que faciliten su sanación y/o su reintegración en la sociedad. Asimismo, se trabaja previniendo la ocurrencia de nuevas enfermedades, favoreciendo la funcionalidad de la persona mayor por medio de la ejecución de exámenes de salud anuales y de educación individual y comunitaria orientada a mantener las condiciones de calidad de vida de este grupo etario y visibilizar sus necesidades.
Como recomendación, si en el grupo familiar hay un adulto mayor, se debe estar atento a los signos o señales que pueden reflejar problemas en su bienestar integral.
En el caso de los adultos mayores, existen algunas patologías que se pueden identificar por la baja de peso; los cambios en el color de la piel o cualquier síntoma propio de enfermedades de distinto tipo, como por ejemplo dificultades respiratorias, etc. Sin embargo, a lo que se debe colocar más atención es a la funcionalidad de la persona mayor, lo que se expresa en la capacidad de ejecutar las actividades de la vida diaria.
Generalmente cuando una persona mayor empieza a perder la funcionalidad, esta se expresa por medio de dificultad para cocinar; lavar o vestirse; problemas para trasladarse, y dificultad para manejar el dinero o en la ejecución de actividades propias de la vida cotidiana como, por ejemplo, tomar transporte público. La pérdida de la funcionalidad puede deberse por distintos motivos, por un lado, a enfermedades infecciosas, como neumonía, infecciones urinarias, trastornos articulares (artrosis, artritis), entre otros. Todas estas señales requieren de evaluación médica para un buen diagnóstico y tratamiento, pero cuando estas involucran algún tipo de cambio conductual, se debe contemplar la evaluación médica específica con un neurólogo, para descartar el inicio de algún tipo de deterioro cognitivo como el mal de Alzheimer o la demencia senil.
