columna de opinión
Enfrentar al comercio ambulante
Hace algunas semanas, se publicó un estudio sobre el comercio ambulante en la Región Metropolitana, elaborado por el Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica. Este arrojó importantes conclusiones y cifras que invitan a mirar de forma crítica la venta de productos ilegales en la vía pública. El llamado es que tanto las autoridades, instituciones públicas y privadas, tomen cartas en el asunto, desde generar bases para una regularización.
El comercio ambulante en la capital ha experimentado un significativo crecimiento en los últimos años, agravado por el estallido social y la crisis sanitaria del Covid-19, además de la migración irregular. Estos factores son solo algunas respuestas a la falta de empleos formales con salarios adecuados. Este fenómeno afecta a personas de diversas edades y niveles de educación que se ven obligadas a recurrir a esta actividad para complementar sus ingresos, lo que pone de manifiesto la urgencia de abordar la problemática del empleo en el país.
Sin embargo, esto no es lo único a considerar. La proliferación del comercio ambulante ha tenido un impacto en la seguridad pública. Los transeúntes se sienten amenazados y, tanto los vendedores del comercio establecido como los informales, son víctimas de robos y extorsiones. La percepción de los vendedores sobre la peligrosidad del espacio es de un nivel medio (31,1%), donde se identifica el delito con mayor frecuencia a los robos en la vía
pública, con un 58%.
El comercio ambulante ha transformado la experiencia de habitar el espacio público, obstaculizando el paso, dificultando la vigilancia y generando conflictos en el entorno urbano. Este tipo de actividades lo convierte en un espacio propicio para personas que cometen delitos, como robos sorpresa, ya que pueden esconderse de las cámaras, cambiar de ropa y luego escapar de manera indetectable. Por esto, es que la regulación debe abordar este aspecto para garantizar una convivencia adecuada entre los diferentes actores de la ciudad.
Uno de los aspectos más preocupantes es la conexión entre el comercio ambulante y el crimen organizado, es importante tener en cuenta que quien ejerce esta actividad en la vía pública constituye el último eslabón de toda una logística que permite que aquello tome lugar. La venta de productos ilegales, como réplicas de ropa o cigarrillos de contrabando, está alimentando cada vez más actividades delictivas que requieren una atención inmediata.
La creciente presencia del comercio ambulante en la capital plantea una serie de desafíos complejos que van desde la seguridad pública hasta la necesidad de brindar oportunidades laborales dignas. Es imperativo que las autoridades y la sociedad en su conjunto trabajen para encontrar soluciones equitativas y efectivas que permitan abordar este fenómeno de manera integral.
Esto implica una regulación más clara, la promoción del empleo formal y la lucha contra el crimen organizado que se aprovecha de esta actividad. En última instancia, se trata de buscar un equilibrio entre la necesidad de supervivencia de muchas personas y la necesidad de mantener un entorno urbano seguro y ordenado.
"El comercio ambulante ha transformado la experiencia de habitar el espacio público, obstaculizando el paso, dificultando la vigilancia y generando conflictos en el entorno urbano. Este tipo de actividades lo convierte en un espacio propicio para personas que cometen delitos, como robos sorpresa, ya que pueden esconderse de las cámaras, cambiar de ropa y luego escapar de manera indetectable. Por esto, es que la regulación debe abordar este aspecto para garantizar una convivencia adecuada entre los diferentes actores de la ciudad".
Carlos Gajardo, Abogado y exfiscal.