columna de opinión
El 18-O en perspectiva II
La polarización, la falta de cohesión y ausencia de responsabilidad en la mayoría de los integrantes de los colectivos extrasistémicos que conformaron la Convención Constitucional, sumados a una centroizquierda cobarde e inmovilizada por el miedo a la funa política dentro de un contexto refundacional y una derecha sin fuerza e invisibilizada por el número de escaños que logró, provocaron que el producto constitucional generado en la Convención fuese de pésima calidad, materializándose un amplio rechazo ciudadano a dicha propuesta constitucional, lo que fue un fracaso para los "hijos del octubrismo"; colectivo integrado por el propio gobierno de Boric.
Ante este resultado, y ante el miedo a un despertar de las fuerzas que provocaron el caos en octubre del 2019, el Gobierno y la mayoría de la clase política se apuraron en plantear un nuevo proceso constituyente. Saltándose el artículo 5.1 de la Constitución vigente, se realizó un nuevo proceso, el que ahora tendría nuevas reglas a fin de evitar los excesos de una "mayoría circunstancial".
El resultado arrojó la creación de un órgano de expertos, quienes -designados por los partidos políticos con representación parlamentaria- serían los redactores de las normas que posteriormente serían discutidas y analizadas por otro órgano, ahora electo: los "consejeros".
La elección de estos últimos evidenció no solo el empoderamiento de la derecha y el descrédito de la centroizquierda y los grupos extra sistémicos que estuvieron presentes en la Convención, sino también una baja en la adhesión ciudadana al Gobierno.
Los primeros meses de trabajo de los expertos no significó un mayor revuelo. Los problemas comenzaron cuando el Partido Republicano, y gracias a su mayoría circunstancial, se empezó a emborrachar de la misma soberbia que sus opositores habían mostrado en el proceso anterior, presentando enmiendas absurdas y otras que buscaban imponer su visión valórica en un texto que por definición debe ser transversal.
cuatro conclusiones
De esta forma, y a cuatro años del 18-O, es posible señalar, y como principales conclusiones, que nuestra clase política se ha seguido desprestigiando, ya que el bien común parece estar fuera de las consideraciones basales en la mayoría de sus decisiones.
Asimismo, los nuevos conglomerados políticos se convirtieron en parte del problema, ya que al poco andar asumieron y modernizaron las reprochables conductas de falta a la probidad de aquellos que ellos mismos criticaban.
En tercer lugar, la oposición, que tuvo casi un "respaldo forzoso" de la ciudadanía en el nuevo proceso constituyente, no ha sabido aprovechar su oportunidad, lo que ha quedado reflejado en varios momentos en donde la mediocridad es el mejor calificativo para el trabajo que están desarrollando.
Por último, y quizás lo más importante, la elección por descarte que favoreció a Boric para llegar a La Moneda y su pobre desempeño como mandatario ha provocado que no exista confianza respecto al futuro del país, lo que condiciona la calidad de vida de la ciudadanía y el cumplimiento de las expectativas que se generaron en el "momento constituyente".
"El resultado (el rechazo a la anterior propuesta constitucional, en septiembre del año pasado) arrojó la creación de un órgano de expertos, quienes -designados por los partidos políticos con representación parlamentaria- serían los redactores de las normas que posteriormente serían discutidas y analizadas por otro órgano, ahora electo: los "consejeros". La elección de estos últimos evidenció no solo el empoderamiento de la derecha y el descrédito de la centroizquierda y los grupos extra sistémicos que estuvieron presentes en la Convención, sino también una baja en la adhesión ciudadana al Gobierno".
Pedro Díaz Polanco, docente de la Escuela de Administración Pública, Universidad Austral de Chile (UACh) Sede Puerto Montt, y máster en Estudios Internacionales