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Investigadores estudian plantas que podrían crecer en condiciones extremas

Ante el cambio climático y la incertidumbre alimentaria, dos especies podrían convertirse en los alimentos del futuro.
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Ignacio Arriagada M. - Medios Regionales

Tomando como escenario el desierto de Atacama, que por sus características es considerado un verdadero laboratorio natural, investigadores del Instituto Milenio de Biología Integrativa (iBio) están realizando inéditos estudios en torno a especies silvestres capaces de resistir condiciones extremas de escasez de agua, alta radiación, suelos pobres en nutrientes y bajas temperaturas, lo que les permitiría crecer incluso en lugares como Marte o la Luna.

El proyecto, que se ejecuta en colaboración con expertos de Francia, es de suma relevancia en el contexto de cambio climático global, que exige descubrir y caracterizar vegetales que puedan sobrevivir en entornos extremos como los que presenta el desierto de Atacama y garantizar la seguridad alimentaria en el futuro.

"La actividad agrícola enfrenta grandes desafíos producto del cambio climático y el avance de la desertificación, por lo que conocer y caracterizar en profundidad plantas que florecen con menos de 300 milímetros de precipitaciones anuales y bajo temperaturas que fluctúan entre 40 grados centímetros en el día y -8°C durante la noche es crucial", destaca Rodrigo Gutiérrez, investigador del iBio y coordinador de la iniciativa.

Sobre el estudio

Los científicos compararán el comportamiento de dos especies comestibles endémicas del desierto de Atacama: Hoffmanseggia doelli, conocida como la papa del desierto, que produce una estructura de raíz comestible similar a un tubérculo; y Solanum chilense, que posee un fruto de tomate silvestre. Ambas serán comparadas con otras dos especies similares, pero que no están adaptadas a este tipo de ambientes. De este modo, revelarán los mecanismos y los detalles que hay detrás de la resistencia a limitaciones ambientales.

"Analizar y estudiar estas especies extremófilas comestibles abre puertas para incrementar la producción de alimentos, aprovechando suelos hasta ahora catalogados como infértiles y con menores costos de producción. Se trata de plantas con alto valor nutricional que no reemplazan al resto de los alimentos, pero sí enriquecen la dieta de una persona. La papa del desierto, por ejemplo, es rica en potasio, fibra, hierro y magnesio, por lo que reintroducirla es una excelente alternativa", asegura Gutiérrez, puntualizando que esta planta no necesita fertilización con nitrógeno para crecer adecuadamente.

Si bien el equipo lleva décadas realizando estudios en la zona y ha obtenido importantes conocimientos en torno al genoma, ciclo de vida y detalles nutricionales de estas variantes vegetales, será a mediados del 2024 cuando se generen los principales hallazgos, una vez que se realicen pruebas en la Estación Espacial Internacional (ISS, por su sigla en inglés).

"Debemos seguir avanzado en el estudio de la vida en Atacama, pues es clave para hacer frente al avance de la sequía y desertificación, desarrollando estrategias para mantener cosas tan fundamentales como la producción de alimentos", concluye el investigador del iBio.

"La actividad agrícola enfrenta grandes desafíos producto del cambio climático y la desertificación".

Rodrigo Gutiérrez,, investigador.

La Luna se formó 40 millones de años antes de lo pensado

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Hace más de 4.000 millones de años, cuando el Sistema Solar era joven y la Tierra se estaba formando, un objeto gigante del tamaño de Marte chocó contra nuestro planeta. Con el tiempo, los escombros de aquella colisión se compactaron y crearon un satélite natural, la Luna.

Hasta ahora, los científicos no habían sabido determinar con exactitud cuándo sucedió pero, según los detalles de un nuevo estudio publicado en la revista Geochemical Perspectives Letters, la Luna tiene al menos 4.460 millones de años, unos 40 millones de años más de lo que se pensaba.

Los investigadores han utilizado cristales traídos de la Luna por los astronautas del Apolo en 1972 para calcular el momento de la formación lunar.

"Estos cristales son los sólidos más antiguos conocidos que se formaron tras el impacto gigante. Y como sabemos cuántos años tienen, sirven de anclaje para la cronología lunar", afirma Philipp Heck, profesor de la Universidad de Chicago y autor principal del estudio.

Las muestras de polvo lunar contienen diminutos cristales que se formaron hace miles de millones de años y que contienen indicios de cuándo se formó la Luna.

Cuando un objeto del tamaño de Marte chocó contra la Tierra y formó la Luna, la energía del impacto fundió la roca y acabó convirtiéndose en la superficie lunar.

Un estudio anterior había sugerido esta edad, pero el actual determinó la edad exacta del cristal lunar gracias a un método analítico llamado tomografía de sonda atómica, donde se analizó átomo por átomo y en el que se mostró cuántos de estos habían sufrido desintegración radiactiva.