El persistente frío y la lluvia que caracterizan estos días a la zona contrastan marcadamente con la calidez que idealmente debería emanar de nuestras aulas. Sin embargo, la realidad nos confronta con datos y testimonios inquietantes sobre la convivencia escolar. A principios de 2024, las estadísticas de la Superintendencia de Educación ubicaron, preocupantemente, a Puerto Montt entre las diez comunas con mayor incidencia de bullying a nivel nacional. Esta dificultad para edificar espacios de respeto, empatía y seguridad en nuestros establecimientos educativos del sur ha trascendido la categoría de problema aislado, convirtiéndose en una conversación impostergable y de vital importancia.
La reciente actualización de la Política Nacional de Convivencia Educativa 2025-2030 señala la dirección a seguir, pero su implementación efectiva y exitosa en nuestras aulas exige el compromiso de toda la comunidad educativa. Tal como lo propone el modelo de "escuela total", que busca fortalecer y apoyar la gestión de la convivencia mediante acciones participativas, formativas y basadas en derechos, podremos avanzar hacia decisiones democráticas y sólidas en los establecimientos.
Es crucial que la implementación de esta política incluya la capacitación específica para nuestros docentes, quienes a menudo deben lidiar con realidades complejas y carecen de herramientas especializadas para abordarlas. Necesitamos fortalecer los equipos psicosociales en nuestros establecimientos, dotándolos de los recursos necesarios para una intervención temprana y un acompañamiento sostenido a estudiantes y familias.
Igualmente, importante es estrechar vínculos entre escuela y comunidad, con una participación activa de madres, padres y apoderados en la creación de un clima escolar positivo. Fomentar espacios de diálogo, talleres de sensibilización y estrategias de parentalidad positiva son acciones clave para cultivar el respeto y la tolerancia desde el núcleo familiar.
Si bien la nueva política nacional ofrece un marco valioso, su éxito en el sur de Chile estará intrínsecamente ligado a nuestra habilidad para adaptarla a particularidades de nuestro territorio, invertir decididamente en formación de educadores, robustecer los lazos con nuestras diversas comunidades y abordar las complejidades inherentes a nuestra rica identidad cultural. Al hacerlo, podremos fomentar un entorno educativo genuinamente inclusivo, respetuoso y colaborativo, donde la convivencia se convierta en aprendizaje continuo y esencial para la formación de ciudadanos comprometidos con la sociedad.
La conversación sobre convivencia educativa en el sur no puede ser un susurro. Debe ser un diálogo abierto, honesto y urgente que involucre a todos los actores de la comunidad. Solo así podremos construir las aulas cálidas y seguras que nuestros niños, niñas y jóvenes merecen, permitiéndoles florecer no solo académicamente, sino también como ciudadanos respetuosos y empáticos en esta hermosa y a veces desafiante tierra austral.
Columna
Lorena Agüero Díaz, jefa de carrera Psicología vespertino de la Universidad Santo Tomás (UST) Sede Puerto Montt