Chiloé sigue sufriendo debido al florecimiento de algas nocivas que gatilló una crisis en la industria salmonera con su secuela de despidos y la aún más crítica situación generada por la marea roja y la contaminación del mar, que ha dejado sin trabajo a miles de pescadores y afectando a otros sectores productivos.
Este duro escenario para los chilotes y su calidad de vida puede agravarse por un factor por ahora relegado a un segundo lugar: la sequía que afecta al Archipiélago desde hace varios años. Lamentablemente, esta puede ser otra crónica de un conflicto anunciado.
Los últimos años muchas localidades han recibido agua a través de camiones aljibes, distrayendo recursos gubernamentales y municipales. Y aunque un factor a considerar es el cambio climático, el incremento de plantaciones forestales, especialmente de eucaliptus, también tiene mucho que ver con ello.
Hace tiempo se viene denunciando la pérdida de bosque nativo, que luego es sustituido por plantaciones altamente demandantes de agua. En el caso de una empresa ligada a una universidad extranjera, que ya suma varios miles de hectáreas plantadas, la tala ilegal de bosque nativo en áreas de protección hídrica solo terminó con una multa de 4 millones de pesos.
Desde 2003 hay más de 3 mil hectáreas de plantaciones forestales en Chiloé incentivadas por el ya desahuciado DL 701. La sustitución forestal ha aumentado la fragilidad hídrica, afectando el rol del bosque nativo en el cuidado de las cuencas, además de ser un factor clave en la propagación de los incendios forestales.
Esperamos que el Gobierno impulse el Servicio Forestal, o Conaf pública, que se requiere para impulsar una nueva política más centrada en el bosque nativo, tal como Chile comprometió en la Cumbre sobre Cambio Climático y como Chiloé necesita.
Columna
Jenny Álvarez Vera,, diputada por Chiloé y Palena