Desigualdad regional y migración de talento
Señor Director:
El modelo de desarrollo en Chile con altos niveles de concentración y centralismo necesariamente plantea desafíos importantes para las regiones. La desigualdad exacerbada y creciente está fuertemente relacionada con la producción económica y la organización del territorio.
Indicadores como el PIB nacional dan cuenta de una concentración del 50% en la Región Metropolitana, a pesar que la riqueza se produce en mayores porcentajes desde las regiones donde se explotan los recursos naturales. El fenómeno se explica por la tributación de la mayoría de las empresas con casas matrices en Santiago.
Pero la concentración de poder económico y político tiene aún efectos más nocivos en el desarrollo regional. La centralización de los recursos financieros, de infraestructura, y capital humano han convertido al centro del país en un polo de atracción imposible de contrapesar. Más del 40% de la población vive en el 2% del territorio nacional.
La profundización de las brechas sociales producto de la concentración del poder ha agravado las inequidades. Se estima que la renta per cápita del 1% más rico es 40 veces mayor que el ingreso del 81 % de la población. Es decir, una pequeña elite económica y política en la capital incide sobre 17 millones de habitantes.
En educación se reproduce las mismas asimetrías. En el país se observa un alto nivel de segregación educativa determinado por el nivel socioeconómico y ubicación geográfica. Quienes acceden a los trabajos mejor remunerados provienen mayoritariamente de un selecto grupo de colegios privados de la capital.
El sistema de financiamiento educativo ha agudizado las tensiones regionales favoreciendo la migración de talentos jóvenes. En 2014, el SIES estimó que más de 150 mil estudiantes cursaron estudios superiores fuera de su región de origen, el 71% de ellos emigró a las regiones Metropolitana (44%), de Valparaíso (16,5%) y del Bío Bío (10,6%).
Las asimetrías territoriales necesariamente colocan tensiones en el rol universitario. Pese a que las universidades regionales en Chile nacieron con una misión ligada al desarrollo territorial, focalizando sus esfuerzos en la generación y transmisión de conocimiento en estricta vinculación con los territorios que las albergan, lo cierto es que estos fines se han visto frustrados por el precario financiamiento que limita su accionar.
Para favorecer un desarrollo más armónico y equitativo entre regiones es necesario hacer transformaciones al financiamiento de la educación superior, pues el crecimiento regional ocurrirá en la medida en que se potencie a sus talentos jóvenes. La reforma debe poner énfasis en el apoyo a las universidades estatales regionales para que puedan cumplir su mandato de contribuir al desarrollo territorial y generar el capital humano que estos requieren.