Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Deportes
  • Servicios
  • Clasificados
  • Estrellas

Por qué las hijas del siglo XXI aman a Annie Ernaux

Una premio Nobel que tiene pocas traducciones al español es ampliamente celebrada en esta lengua, y más por jóvenes que podrían ser sus nietas. ¿Qué tiene la voz de Ernaux en el no tan nuevo siglo?
E-mail Compartir

Valeria Barahona - Medios Regionales

Los nobeles pocas veces nacen en las capitales. Solo llegan de pueblos perdidos, aparecen y se instalan a hacer lo que desde otro lugar, con otros códigos, les fue encomendado, como Gabriela Mistral o Pablo Neruda. Este año, Annie Ernaux, la primera francesa en recibir el Nobel de Literatura hace unos días, contó que nació en Lillebonne, una comuna con cerca de nueve mil habitantes actualmente, a orillas del Sena, en la parte norte del país galo, frente a Reino Unido.

Un clima húmedo, con cielos grises y extensiones de campo donde cacarean las gallinas, es lo que tocó en suerte a la escritora. Allí vivió un tiempo junto a su familia de clase obrera, un padre que combatió en la Segunda Guerra Mundial y lo único que esperaba era no ver algo así de nuevo. La pareja logró progresar económicamente y abrió un pequeño restorán, de esos que venden comida casera al mediodía.

Lo que juega en contra y a la vez a favor de Ernaux es estar demasiado consciente de sus orígenes, costumbre que no se ha sacado ni al ser anunciada como una de las mejores escritoras de este siglo, ya que cuando respondió al anuncio de la Academia Sueca, dijo que no sabía qué hacer con el depósito de cerca de mil millones de pesos que trae consigo la medalla de Alfred Nobel. La autora se ha referido a sí misma en numerosas entrevistas como "tránsfuga" social. Acá eso tiene otra traducción: "desclasada".

El avance financiero de sus padres que posibilitó que la escritora fuera a la universidad, pero al mismo tiempo abrió la brecha: poco hablaba con su papá, silencio que se alargó desde que un día intentó matar a su mamá, lo que Ernaux contó en "La vergüenza"; y la progenitora, quien le daba dinero para comprar novelas, no lograba entender los escritos de la hija, cuando hablaba de ella -en "Una mujer"-, ni tampoco los regalos más suntuosos con los que volvía a casa. Sus preocupaciones eran otras, las de una dueña de casa de campo.

Ernaux hasta hoy vive alejada de la capital, en una comuna a las afueras de París, donde gracias a la televisión internacional se conoció su jardín y una reja austera, porque las luces están dentro de ella. Allí escribió el cuarto libro que la ubica en la escena literaria francesa, "Pura pasión", en el que cuenta cómo un diplomático ruso no muy brillante, fanático de los autos de lujo y agregado cultural, la enamoró al punto de resistir la humillación del abandono cuando el sujeto recordó que tenía esposa.

A esta hora en los Campos Elíseos todo el mundo debe saber quién es el hombre, porque aparte de inspirar el libro con el que también Ernaux, luego dio origen al libro "Perderse", antología de diarios y apuntes de la enamorada.

"Una mujer común", pensará tal vez en la intimidad Michel Houellebecq, su eterno rival en la lista del Nobel, un desencantado social, "el niño terrible de la literatura francesa" como lo apodan, alguien que tomó la tradición de Albert Camus ("El extranjero") y la revitalizó en novelas como "Ampliación del campo de batalla" y "Sumisión", un oráculo sobre la post postmodernidad, dirán otros. Aunque a quien sí todo apunta que se le cerraron definitivamente las puertas del Nobel es a Emmanuel Carrère: la escritura del yo, confesional, el diario de época, la crónica y hasta la terapia con electroshock en que terminó su libro "Yoga", no bastaron para la academia. Tampoco la polémica con su exesposa, quien lo demandó por andar publicando intimidades.

Joven de 82 años

Lo que diferencia a la vida personal de Carrère con la de Ernaux es que la de esta última encontró eco en jóvenes que nacieron a fines del siglo pasado, o comienzos del XXI.

La autora francesa es leída como una igual por mujeres de las que hoy, a sus 82 años, podría perfectamente ser su abuela. ¿Cómo se produce este fenómeno por alguien que hasta recibir el Nobel cuenta con pocas obras traducidas? Gracias a newsletters pagados -igual que el ahora probable candidato Chuck Palahniuk ("El club de la pelea") y Stephen King ("Carrie") también "la rompen" en la plataforma Substack-, Instagram y grupos de lectura derivados de internet.

El valor de Ernaux por buscar, encontrar y defender con garras y dientes su propia voz, tras décadas de críticas por escribir sobre sí misma, aunque con una artimaña lingüística donde esconde el yo, sumado a la valentía de exponer sus emociones como un entomólogo en un laboratorio, fría, sin disfraces, dejándose ver a ratos como una persona horrible -de otra forma esta vuelta no le sale-, conquista a las "intensas", las "tóxicas" de hoy, quienes celebraron su premio.

Para el Día del Libro en Madrid, capital de España, la escritora fue recibida como una estrella de rock, las jóvenes hicieron fila para obtener una dedicatoria. Nueva York hace poco la ovacionó al estrenar su documental "Los años en súper 8", un formato de cine casero ya en desuso con el que su exmarido grababa la cotidianidad de la familia, las gracias de sus dos hijos y las vacaciones, con un paso por Chile en 1971. Si bien en este evento en Estados Unidos Ernaux ya tenía el Nobel, el preestreno de la cinta que debuta en diciembre fue agendado con anterioridad.

El premio no hizo más que multiplicar a quienes se sienten interpeladas por líneas como "a partir del mes de septiembre del año pasado, lo único que hice fue esperar a un hombre: que me llamara y que viniera a verme", en "Pura pasión", que casi una década más tarde la autora retomó en "Perderse" con "no escribí un libro sobre él, ni siquiera sobre mí. Me limité a expresar con palabras -que sin duda él no leerá, ni le están dirigidas- lo que su existencia, por sí sola, me dio. Una especie de don devuelto".

El trozo de vida que sobra tras el abandono del amante, es la parte de la vida que falta en el discurso amoroso, diría Roland Barthes ("Fragmentos del discurso amoroso") o Residente, de Calle 13. La fracción de entusiasmo que las hijas de la posguerra buscan, el soplo de brillantina que necesitan las mujeres del nuevo siglo, porque ¿de qué sirve la existencia si no es para dejársela en el otro, para comenzar el infinito, para abrazar por las noches y sentir que el mundo está en orden, que cada amenaza nuclear es pequeña frente a la energía de dos corazones que se coordinan al palpitar?

Annie Ernaux intenta, y logra, poner en negro sobre blanco aquellas emociones y todo lo que hay entre medio, acurruca a sus hermanas menores y les dice esto también pasará, todos seremos olvidados.